El brunch

A medio camino entre un desayuno tardío y una comida temprana, el brunch es una arraigada costumbre dominical anglosajona. Aunque en España no hay tradición, va ganando adeptos sin prisa pero sin pausa.
Rito gastronómico dominical de los anglosajones, el concepto de brunch nace de la mezcla de las palabras inglesas breakfast (desayuno) y lunch (almuerzo). La norma del brunch es que no existen normas, ya que admite infinidad de variaciones, aunque debe mantenerse un equilibrio entre lo dulce y lo salado, incorporando elementos tanto del desayuno, como del almuerzo.
Un brunch convencional incluye leche, café, té, zumos de fruta -más o menos exóticos-, cereales, una variedad de bollería, tostadas, mantequilla, mermeladas, fiambres, algún plato de huevos -con bacon y salchichas, un plato de pescado -bien frío o caliente- y alguna carne fría, como roast-beef. Para terminar, queso, fruta y tartas. Imprescindibles los cócteles, especialmente el Bloody Mary y el Bellini. Los brunch más glamurosos pueden incluir champagne, ostras o caviar.

UNA MIRADA ATRÁS
No hay acuerdo sobre el origen del brunch. Unas
teorías sostienen que es un invento británico.
Mientras, otras lo atribuyen a la costumbre de los
granjeros del medio oeste americano, que festejaban
con un almuerzo temprano el descanso dominical,
cuando regresaban de los oficios religiosos.
En 1895, la elitista revista de caza Hunter’s Weekly
puso a los neoyorkinos sobre la pista del brunch. Por
primera vez se describía la costumbre de algunas
familias de la alta sociedad de tomar esta original
comida tras volver, a media mañana, de una jornada
cinegética. Un año más tarde, el semanario británico
Punch, lo elevaba a los altares de la modernidad al
proclamar sin sonrojo: “Si quieres ser moderno, pásate al
brunch”.
Sea como fuere, un elemento esencial de cualquier
brunch que se precie son los huevos benedictine, escalfados
sobre una tostada con bacon y regados con salsa
holandesa. Eso sí, la ortodoxia exige acompañarlos de
salchichas y un Bloody Mary. Al igual que ocurre
con otras recetas famosas, como el carpaccio, no se
sabe a ciencia cierta cuál fue el origen de este plato.
Según algunas fuentes, en 1880 el cocinero del newyorquino
Delmonico’s, reaccionó airado, elaborando
este tipo de huevos cuando el financiero Mr.
Benedict se quejó en el restaurante de que nunca
había nuevos platos en el menú. En otra versión, de
la misma época, se le atribuye al chef del Waldorf
a quien se le ocurrió el plato perfecto
para lidiar con la gran resaca
del corredor de bolsa Lemuel
Benedicte.
Con el paso de los años, la idea
original se acompañaría de otras
variaciones, por ejemplo, enriqueciéndolos
con trufa.
Implantado hoy como tendencia
gastronómica urbana, en ciudades
como Nueva York tiene un gran
éxito. En Manhattan se puede
disfrutar del brunch convencional
en el Tavern on the Green; o en
el elegante Café des Artistes.
Tomarse los mejores huevos benedicte
de la ciudad en Pastis; o
en los modernos Atlantic Bar &
Grill y en Bubby´s, en Tribeca.
En Homer’s World Famous
Malt Shop, se acompaña de los
inevitables donuts y tostadas
francesas; mientras en el restaurante
Silvia’s, de Harlem, todos
los domingos se celebra el Gospel
Brunch a ritmo de los espirituales
negros.

BRUNCH A LA ESPAÑOLA
Aunque no muy extendido, en
nuestro país el brunch va ganando
adeptos sin prisa pero sin pausa,
aunque eso sí, bastante más tardío
en horario. Si entre los neoyorkinos
se disfruta entre las 10 de la
mañana y las 2 de la tarde, en
España pocos se deciden antes de
la una, a menudo más tarde, y se
alarga hasta las cuatro, incluso a
las seis de la tarde. Eso sí, relajadamente,
aprovechando para ponerse
al día con una selección internacional
de los diarios y revistas más
cosmopolitas.
El hotel Ritz de Madrid fue uno de
los primeros en instaurar el brunch
dominical. Ensaladas, embutidos,
mariscos, platos de cuchara, carnes,
pescados, fruta o quesos y tartas
variadas. Magníficamente servido,
aún en invierno, es una delicia disfrutarlo
en la soberbia terraza.
En el madrileño Westin Palace,
el brunch ofrece, bajo su cúpula,
más de ciento veinte referencias,
dividido en distintas secciones,
con diferentes tipos de preparaciones:
la zona verde -con todo tipo
de ensaladas y verduras-, la zona
de mariscos o de embutidos, una
zona de cocina en miniatura, y el
gran buffet de platos calientes, que
incluye carnes, pescados y pastas,
además de dos tipos de sopas o
platos de cuchara. De postre,
variedad de quesos, tartas y dulces.
En el Hotel Intercontinental, los
domingos son del Jazz Brunch, una
combinación de gastronomía y
música en directo. Con un menú
que cambia semanalmente y que
incluye un rincón japonés, ofrece
además, un servicio de amenización
infantil para los más pequeños.
En un ambiente más moderno, en
el Glass Bar del hotel Urban se
empieza con una copa de champagne
para continuar con todo tipo
de huevos y platos como el bacalao
frito con harina de garbanzos, la
panceta de ibérico adobado o el
guiso de sepia encebollado. Con un
cuidado servicio, también ofrecen
ostras, jamón ibérico o caviar.
En Barcelona, el Gran Hotel La
Florida cambia su propuesta de
brunch según la estación del año,
de manera que siempre incluye
productos de temporada. Mientras,
en el hotel Arts oferta un completo
brunch con magníficas vistas.
En Estepona, el brunch del hotel
Kempinsky es amplio y variado,
acompañado con champagne y
música en directo