LA SOPA DE AJO

Semanal o quincenalmente, todo el pan duro, amorosamente guardado en una bolsa de tela bordada, se convertía, por obra y gracia del ajo y del pimentón, en una sopa, en arte.

Sopa básica, primaria, sencilla, reconfortante, económica, rápida, nutritiva, sabrosa, que constituye, sin duda alguna, uno de los emblemas patrios, evidentemente anterior en antigüedad –tal vez sólo unos miles de años– a la paella, la fabada, el ‘pan con tumaca’, el gazpacho o el cocido madrileño.

Emblema patrio sí, aunque no sólo: en cualquier región del mundo encontraremos variedades sobre la simpleza primera: aceite o cualquier otra grasa alimenticia, ajo, agua, sal y pan duro.

Luego, según disponibilidades, algún extra o especia. Hablando en español, aceite de oliva y huevo. Y pimentón, llegara el preciado polvo rojo de América, llegara de Oriente vía Turquía, que discusión hay.

Pan, sopa

Según señala el diccionario de la Real Academia, «llámase sopa al pedazo de pan empapado en cualquier líquido».

He aquí, pues, un origen común y una sinonimia entre el todo y el alma.
Aparte del unto fresco, manteca de cerdo blanca envasada en grandes latas procedentes de Noreña que regía el gusto mayoritario, o del unto deliberadamente rancio y amarillento, preferido por el paladar occidental, las sopas de ajo asturianas mantenían –digamos un optimista mantienen– la receta clásica ibérica: «Ingredientes: 5 dientes de ajo, 1 litro de agua, 2 cucharadas de unto, pan, pimentón, sal. Elaboración: machacados los ajos con la mano, y fritos en la manteca, se vierte sobre ellos el agua. Añadamos una cucharada de pimentón, la sal precisa, y dejemos hervir un poco. Acto seguido echemos los pedazos de pan hasta que queden blandos. Debe tomarse muy caliente».

Planteado el lujo del huevo, Asturias lo bate y presenta sopas de ajo con ‘estropajo’, que tal nombre reciben las nadadoras hebras.

De añadirse otros excesos, como jamón, chorizo o huevo cocido, las sopas de ajo logran llamarse ‘ilustradas’.

El huevo entero, escalfado al calor del último hervor, indica, con la sedosa masa de pan absorbiendo el caldo, forma castellana, que los vecinos mesetarios continúan haciéndolas, queriéndolas, respetándolas y poniéndolas en cartas de boina o alto copete.

Gracias al rincon del sibarita por la receta